Fotografias: Nacho Uribesalazar y Nuel Puig.
Proyecto de Interiorismo.

Club X, Hager, Casa Decor 2024.

Todo vuelve, y ahora vuelven los años setenta. Esa fue la chispa que encendió Club X, el espacio que diseñé para la firma alemana Hager en Casa Decor Madrid 2024. Pero no se trata solo de recrear una estética, sino de capturar un espíritu, una energía que sigue viva y que quería transportar al presente con una mirada fresca, emocional y tecnológica. Cuando entras, lo primero que sientes es cómo la arquitectura orgánica te envuelve, como un abrazo líquido que invita a perderse y a encontrarse a la vez. Desde esa primera curva, la experiencia se convierte en algo más que un espacio: es una atmósfera donde el diseño te habla, te provoca, te conecta.

Los años setenta en Club X no son solo una inspiración visual; son la base para recuperar una forma de habitar la vida que se había ido perdiendo. La alegría, el hedonismo, la música que se siente en el cuerpo, la conversación que se vuelve ritual… Todo eso está ahí, condensado en un espacio que funciona como un gran “conversation pit”, esa tipología icónica que nos obliga a detenernos, a bajar el ritmo, a disfrutar del momento. El espacio invita a sentarse, mirar, escuchar, dejarse llevar por la música disco que suena suave pero constante, y por qué no, a disfrutar de un cóctel con amigos. Aquí el diseño no es solo imagen, es un facilitador de encuentros, de emociones compartidas.
 
Quise que la paleta de color hablara con fuerza y personalidad, sin medias tintas. Blanco y azul marcan el pulso, un azul que para mí tiene un peso especial: es la mezcla perfecta entre tecnología, emoción y la luz mediterránea de mi tierra, Valencia. Ese azul intenso que cambia con el día, que puede ser potente o suave, y que aquí conecta la identidad de la marca con la atmósfera que quería crear. El color no se queda en la pintura, fluye por los volúmenes, los detalles y la forma en la que la luz natural y artificial baña cada rincón, haciendo que el espacio respire y se transforme con cada movimiento.
El homenaje a la vanguardia artística de aquella década es otro de los pilares de Club X. La presencia de Manuel Nieto, un artista valenciano cuya obra pop y enérgica dialoga perfectamente con la arquitectura móvil del espacio, añade un extra de vida y movimiento. Gracias a la tecnología que ofrece Hager, el arte no es solo una imagen estática, sino que vibra, se ilumina, se transforma. La luz aquí no es solo funcional; es un material más del diseño, capaz de emocionar y generar sensaciones a través de su precisión técnica y su carga poética.
 
El proyecto se alimenta de referencias culturales que admiro profundamente: la explosividad de Kenzo Takada, su forma irreverente de mezclar culturas y colores, y la audacia futurista de Verner Panton, que con sus formas y colores rompió moldes y sigue inspirando. Panton representa para mí esa conexión entre pasado y futuro, un puente que Club X quiere cruzar constantemente, fusionando lo nostálgico con lo innovador. Es un espacio que no mira atrás para quedarse, sino para proyectar hacia adelante con valentía y creatividad.
Uno de los elementos que más disfruto del proyecto es la columna central “acampanada”, una estructura que más que un soporte es una escultura habitable. Desarrollada con el equipo de Arquitalia y la mano experta de Fucking Wood, esta pieza une tradición y vanguardia, artesanía e innovación, forma y contenido. Cada módulo está trabajado con una precisión casi obsesiva, cuidando las texturas, los encuentros, la sensación al tacto. Aquí el lujo no está en el exceso, sino en la autenticidad de los materiales y la singularidad de la pieza. Es un lujo que se siente, que se palpa, que te invita a detenerte y valorar el detalle.
Los complementos de The Masie completan la atmósfera con piezas que son pequeñas joyas de diseño artesanal, cargadas de alma y personalidad. No son elementos decorativos al azar, sino gestos con intención, guiños al glamour de los setenta que a la vez hablan un lenguaje contemporáneo. Cada lámpara, cada objeto, está ahí para reforzar una narrativa coherente, donde todo suma y nada sobra.
 
Pero Club X es más que un interior espectacular. Es una propuesta para habitar la vida de otra manera, donde lo personal, lo emocional y lo colectivo se entrelazan sin barreras. Un lugar que no impone reglas, sino que invita a la experimentación, al juego, a la celebración. Donde el diseño se convierte en una coreografía de formas, luces, sonidos y sensaciones. La música disco no es un simple guiño estético; es la banda sonora de una actitud: la de quien decide bailar, disfrutar intensamente, conectar de verdad.
En Club X, el diseño tiene un poder transformador. Rompe con la linealidad habitual y apuesta por curvas que definen espacios y texturas que hablan al tacto. Nos recuerda que la belleza puede ser lúdica, que la tecnología puede emocionar y que el interiorismo, cuando nace desde la autenticidad, se convierte en una invitación al placer y a la vida. Es también una reivindicación de la creatividad como motor de cambio cultural, una herramienta para imaginar futuros donde la libertad, la expresión y la convivencia sean protagonistas.
Entrar en Club X es casi un ritual. Cruzar sus puertas significa entrar en otro tiempo, otra lógica, otro pulso. Un lugar donde los límites entre arte, diseño, arquitectura y vida se desdibujan y cada gesto, desde encender una luz hasta sentarse a conversar, gana un nuevo significado. Es un canto a la libertad, al color, a la convivencia. Es, sobre todo, un lugar donde volver a bailar, donde redescubrir el placer de estar juntos y disfrutar la vida con intensidad. Así que prepárate para ese “last dance” en Club X, porque a veces, el diseño también sabe sonar como una canción inolvidable.
Agradecimientos: Hager Group, The Masie, Fucking wood y Arquitalia.