Fotografias: fhe.
Estilismo: Paloma Pacheco.
Proyecto de Interiorismo.

casa verde

En pleno corazón del casco antiguo de Barcelona, se encuentra La Casa Verde, un proyecto que nace de la búsqueda por transformar un espacio fragmentado en un hogar con alma y sentido. Para mí, cada proyecto es un territorio donde conviven memoria, emoción y técnica, y en esta vivienda el color se convierte en el protagonista que une y da vida a cada rincón. No se trata solo de aplicar un tono, sino de invitar a sentir, a detenerse y respirar en un entorno que envuelve y acompaña.

La decisión de vestir la casa con un verde suave, inspirado en la paleta de Prada, surge de una voluntad clara: crear un refugio que invite a la calma y a la conexión con la naturaleza, incluso en medio del bullicio urbano. El verde aquí no es un mero detalle, es un lenguaje que construye atmósfera, que habla desde la serenidad y el recogimiento. No quería un contraste estridente ni un juego decorativo sin más, sino un pulso que recorra el espacio con continuidad, como un susurro constante que invita a la pausa consciente.

El proyecto arrancó con un desafío que me resulta familiar: cómo transformar una vivienda con espacios compartimentados y sin fluidez en un escenario donde todo respirara en unidad. El color fue la clave para derribar esas barreras invisibles. Desde los suelos revestidos en pintura epoxi, pasando por paredes, techos, muebles y textiles, el verde se despliega sin interrupciones, desdibujando límites y creando una sensación casi orgánica. Cada paso dentro de la casa es como adentrarse en una pradera interior, una invitación a dejarse llevar por el tiempo y el espacio con una sensación de apertura y calidez.

En el salón-comedor se despliega una atmósfera que dialoga con el tiempo, donde conviven piezas contemporáneas de diseño con objetos de herencia familiar, formando una composición cargada de significado. El sofá Togo de Michel Ducaroy, la lámpara PH5 de Poul Henningsen o la mesa Burin de Patricia Urquiola no están ahí solo por su belleza, sino porque aportan carácter y profundidad a un ambiente que se siente vivido. La chimenea original, restaurada y lacada en el mismo verde que envuelve la estancia, es un testigo silencioso de la historia, un puente entre el pasado y el presente que invita a sentarse y contemplar.

La alfombra Nazarin de The Rug Company es un elemento que une visualmente el comedor y el salón, creando continuidad y textura. La mesa Burin se complementa con las sillas Quadra de Mario Ferrarini para Viccarbe, mientras sobre la chimenea, pequeños objetos de cristal y una pintura de Genaro Lahuerta aportan matices cromáticos y texturales que enriquecen el conjunto sin romper la armonía. La butaca Nube, también diseño de Patricia Urquiola, añade una presencia escultórica que reafirma la apuesta por piezas que trascienden modas y acompañan la vida cotidiana con elegancia y confort.

La cocina, abierta y integrada en la vivienda, mantiene ese lenguaje monocromático que impregna todo el proyecto. Pensada en forma de L, prescinde de muebles altos para dejar que la piedra sinterizada de COMPAC tome protagonismo, aportando una textura fría y natural que contrasta con la calidez del verde y permite que el espacio respire con libertad. Aquí, la simplicidad es una declaración de intenciones: crear funcionalidad sin sacrificar el diseño ni la experiencia sensorial. Una pequeña mesa redonda diseñada por el estudio, acompañada de dos sillas lacadas de Muebles y Arte Serra y un taburete, conforman un rincón de desayuno cálido, íntimo, donde se siente la pausa y el disfrute.

En la pared de la cocina, cuarterones de espejo multiplican la luz natural y expanden visualmente el espacio, aportando esa ligereza que recorre toda la intervención. La luz, para mí, es otro de los elementos invisibles que dan vida a los espacios, y aquí se trabaja con intención para amplificar la atmósfera y jugar con reflejos que hacen que cada rincón se transforme a lo largo del día.

El dormitorio principal es un ejercicio de equilibrio donde la paleta cromática continúa y se añade un punto gráfico que aporta ritmo visual: un cabecero tapizado en tela vichy de cuadros blancos y negros, que rompe la monocromía sin romper la armonía. La pared superior se viste con un papel pintado de Cole and Son que genera una textura envolvente, creando un ambiente recogido y acogedor. Aquí, los textiles son protagonistas: cada tela ha sido elegida con mimo, buscando estilo y personalidad sin estridencias, con una textura que abraza y acompaña el descanso.

La iluminación, tratada con sumo cuidado, se integra en los detalles arquitectónicos existentes. Proyectores Zen Tube, Black Foster Surface e IO Surface de Arkoslight aportan luz cálida, técnica y sutil que acompaña sin imponerse. En la entrada, tres lámparas colgantes Holly realzan la consola y crean una bienvenida escenográfica que anuncia lo que está por venir.

Más allá de la estética, esta reforma incorpora soluciones tecnológicas pensadas para una vida más cómoda y eficiente. La domótica de Hager facilita la gestión inteligente de las estancias, adaptándose a las nuevas formas de habitar. El resultado es una casa que dialoga con el presente sin olvidar la poesía que debe acompañar a un hogar.

Obras de arte, materiales nobles y texturas cuidadas salpican cada espacio, reforzando la identidad y el carácter de La Casa Verde. Este proyecto resume una idea que guía mi trabajo: no se trata solo de construir espacios, sino de crear hogares que sean auténticos, que hablen desde la historia y la emoción, y que en cada detalle reflejen la personalidad de quienes los habitan. Aquí, el color va mucho más allá de lo decorativo: es el hilo invisible que estructura, conecta y emociona. La Casa Verde no se limita a ser un lugar para vivir, es un refugio para sentir.

Agradecimientos: Lladró, Compac, Laufen, The Rug Company y Serra Concept.