Fotografias: FHE.
Estilismo: Paloma Pacheco
Proyecto de Interiorismo.

Vivienda elegancia y optimismo.

Rehabilitar un edificio de 1900 en el centro de Valencia no es solo una cuestión de cambiar paredes o actualizar instalaciones. Es un acto de diálogo con el tiempo, con la memoria y con la vida que late dentro de esas piedras. Este proyecto nace de esa intención: respetar la esencia de un inmueble centenario y, a la vez, insuflarle una nueva energía llena de elegancia, optimismo y creatividad. La vivienda resultante no es solo un espacio para habitar, sino una experiencia donde convergen innovación y sensibilidad, tradición y modernidad.

Cuando los propietarios, con la ilusión propia de quien da un paso vital, me propusieron esta rehabilitación integral, lo que más me llamó la atención fue su confianza en ver el potencial más allá del deterioro visible. Un edificio de esquina, con luz natural abundante y una superficie generosa, ya contaba con cualidades que solo necesitaban ser reinterpretadas. Trabajar con un inmueble así me puso ante un reto apasionante: no solo rediseñar el espacio, sino abordar mejoras estructurales y técnicas, integrando la tecnología sin que esta restara calidez o autenticidad. La sostenibilidad no fue un añadido, sino un principio que guió cada decisión, porque para mí el diseño no puede divorciarse de su impacto ambiental.

Lo que me fascinó fue encontrar en un elemento muchas veces relegado —el pasillo— la oportunidad perfecta para dar sentido y alma a la vivienda. Le dimos protagonismo, transformándolo en una línea curva y fluida que envuelve y conecta. Esa curva no es solo un gesto estético; es una invitación a recorrer, a descubrir el hogar con calma, a sentirlo como un abrazo que guía. El pasillo deja de ser un simple corredor para convertirse en el corazón del proyecto, un espacio que articula la circulación y provoca una experiencia espacial envolvente, donde cada giro aporta sorpresa y conexión.

El color no se usó como decoración superficial, sino como lenguaje emocional. Fue un vehículo para transmitir la personalidad de quienes viven allí, para crear atmósferas y sensaciones que acompañan la vida diaria. El pavimento en espiga clásica, cálido y sobrio, funciona como hilo conductor, aportando continuidad y textura, mientras que las pinceladas de color se insertan con intención en elementos clave: la estantería en rojo intenso del pasillo, por ejemplo, actúa como un punto de energía visual que contrasta con la serenidad del entorno. La iluminación también juega un papel fundamental: diseñada para enfatizar formas y matices, acompaña y transforma, haciendo que cada estancia respire y transmita emociones diversas según el momento.
 
No podía faltar el diálogo con el arte, tan fundamental para dar profundidad y singularidad. En el núcleo de la vivienda, una escultura imponente de Miquel Navarro emerge como un eje escultórico que rompe con la funcionalidad y eleva la experiencia a otro plano. Esa pieza, con sus casi dos metros de altura, no es solo un objeto decorativo, sino un protagonista que dialoga con el espacio y con quienes lo habitan. Refuerza la idea de que el hogar es también un territorio emocional, donde lo artístico puede convivir con la vida cotidiana y donde cada mirada se encuentra con algo que estimula.
El dormitorio principal es, para mí, un refugio donde el lujo se expresa en la calma, la precisión y el detalle. No es ostentoso, pero sí muy consciente: la bañera Aro, diseñada para ser protagonista, invita a un momento de pausa y cuidado personal. Frente a ella, una obra de Manolo Valdés llena de matices y color se convierte en un faro artístico que personaliza el espacio.

En ese diálogo, los revestimientos tridimensionales aportan texturas que juegan con la luz y la sombra, envolviendo el ambiente en una atmósfera serena pero llena de vida. Cada pieza, como la mesa-taburete de The Masie, es un gesto escultórico funcional, un equilibrio entre forma y uso.

El dormitorio infantil, en cambio, es un mundo de fantasía y juego, concebido para estimular la imaginación y el movimiento. La cama diseñada a medida, una estructura que recuerda a una cabaña en un bosque encantado, es el centro de ese universo lúdico. Aquí, la funcionalidad se entrelaza con la creatividad y la calidez. La alfombra diseñada por Patricia Urquiola aporta color y textura, cerrando el conjunto con un guiño contemporáneo que aporta alegría y confort.
Este proyecto va más allá de resolver necesidades físicas. Es una invitación a vivir con intensidad y sensibilidad, a dejar que el espacio abrace y acompañe. La combinación de lo antiguo y lo nuevo, el equilibrio entre la tecnología y la calidez humana, la coherencia de una paleta cromática que acompaña y potencia cada estancia, todo contribuye a construir una narrativa visual y emocional que envuelve y transforma. Aquí, cada textura, cada curva, cada pieza de arte cuenta una historia que se mezcla con la vida de quienes habitan.
 
Lo que he querido crear es una arquitectura emocional, un hogar que respira humanidad y belleza sin renunciar a la funcionalidad. Un espacio donde la memoria del pasado se encuentra con la innovación del presente, y donde el diseño no es solo apariencia, sino experiencia, confort, y una forma de entender la vida desde la sensibilidad y el respeto. En definitiva, esta vivienda es un homenaje al poder del diseño bien aplicado, capaz de convertir la casa en un lugar lleno de alma, donde cada detalle ha sido pensado con cariño, técnica y mucha pasión.

Agradecimientos: The Masie, Lladró, Galeria Benlliure, Fhe y Muebles Serra.